
Sendero La Atalaya
Para acceder al punto de partida, debemos situarnos en la carretera GM-1, en dirección a Vallehermoso. A la altura del km 29,9 abandonaremos la carretera principal para tomar el cruce de Las Rosas hacia la izquierda, comenzando una ascensión de aproximadamente unos tres kilómetros que nos llevará al Centro de Visitantes; en este punto, la carretera se divide en dos, tomando el desvío hacia la izquierda en dirección a Los Aceviños – Meriga – El Cedro. Iniciaremos un descenso que nos llevará al Caserío de La Palmita y a otro desvío a 2,7 km, que tomaremos por la izquierda, dirección Los Aceviños. Finalizado el descenso, llegaremos al fondo del Barranco de La Palmita, el cuál cruzaremos, dejando al margen derecho unos caseríos donde aún se utiliza la leña como materia prima para la combustión. Iniciaremos un ascenso durante 1,5 km. aproximadamente, hasta llegar a una curva a la derecha muy cerrada, donde divisamos un primer acceso a un sendero de tierra rojiza por el lado izquierdo, que coincidirá con el inicio de esta ruta. No debemos confundir el siguiente acceso, a 50 metros, que nos lleva a otro sendero, que desemboca en el cauce del Barranco de Liria.
El sendero, que discurre por la cumbre, se convierte en la divisoria natural de los municipios de Hermigua y Agulo, y se sitúa, tanto por altura como por su orientación, en la zona de máxima frecuencia del mar de nubes y en la de mayor precipitación media anual, lo que hace que el dominio potencial de la vegetación se traduzca en la presencia de brezos, hayas y Monteverde principalmente, así como otras especies arbóreas introducidas, como el castaño, pino canario y el pino carrasco (especie americana predominante en toda Europa) que podemos encontrar sobretodo en el inicio de la ruta; sin embargo, las roturaciones, el carboneo y la explotación ganadera y forestal, en tiempos anteriores, han dejado, también, su huella. Llama mucho la atención el color rojizo de la tierra, por tratarse de un suelo rico en nutrientes y minerales, esenciales para el desarrollo de la vegetación que abunda en la zona.
Durante la suave travesía de los primeros kilómetros destaca por la izquierda el Barranco de La Palmita, coronado en uno de sus márgenes por el Centro de Visitantes. Por el margen derecho, en ocasiones, podremos divisar algunos detalles del Valle de Hermigua. Y, si miramos hacia el horizonte, la silueta de la isla de Tenerife, sobre un mar de nubes con la magnífica estampa del Teide.
Una vez iniciado el sendero, y a 2,5 kilómetros, el camino muestra un desvío. Debemos seguir el camino principal por la derecha y, a 200 metros, tras una ligera bajada, se llega a una recuperada escalinata natural que, debidamente señalada, nos indica que debemos dejar el camino inicial y coronar la Cumbre de Lomo Gordo, zona erosionada por la deforestación y que, a merced de los agentes externos, continúa su proceso cambiante.
Desde esa privilegiada atalaya, de gran interés paisajístico, el Valle de Hermigua se nos presenta en todo su esplendor. En primer término podremos divisar el fértil barranco de Liria, que discurre por nuestra derecha. Al fondo, destacan Los Roques de San Pedro, que, impertérritos, parecen contemplar el valle como si de dos guardianes se tratase. Y, si seguimos trasladando nuestra mirada, podemos llegar al final del valle, hasta las bravas aguas norteñas de la Playa de Santa Catalina. Tras un breve descanso, iniciaremos el descenso por la zona conocida como Risco Camacho, por un terreno más abrupto y, en ocasiones, con un desnivel bastante pronunciado, entre un 10% y un 20%. Sin embargo, la recuperación de este sendero ha permitido obtener unos márgenes de seguridad importantes para su tránsito habitual. Antaño, hombres y mujeres, bestias de carga y ganados, transitaban por estos sinuosos caminos, la mayor parte de las veces, cargados de productos de todo tipo, que se vendían e intercambiaban con habitantes de otros valles.
En este descenso, sinuoso y escarpado, podemos apreciar, frecuentemente, las construcciones en piedra viva asociadas a cuevas naturales, reutilizadas, en ocasiones por los pastores como refugios improvisados ante las inclemencias del tiempo, que son, hoy en día, testigos de un rico y variado patrimonio arqueológico.
El camino, que serpentea a través de la ladera, nos muestra especies arbóreas inusuales de la zona. La presencia de pinares delata que la economía especulativa maderera utilizó este paraje como un gigantesco invernadero para el cultivo del pino y su posterior tala. Así mismo, la existencia de terrazas de cultivo, que colonizan las laderas, es muestra significativa de la riqueza de la tierra.
Un pequeño palmeral adorna el final del sendero, que, entre un estanque de agua y las casas del Cerrillal, desemboca en unas escaleras que nos llevan a una carretera asfaltada. Desde ese punto, debemos dirigirnos por la izquierda hasta encontrar un pequeño camino que va a dar a unas escaleras hasta la zona de Ibo Alfaro.